Puerto de Belfast
Por Lucas Martínez Royo
A principios de siglo, existía una feroz competencia entre las navieras transatlánticas por llevarse el lucrativo negocio del transporte de pasajeros. Los dos grandes actores eran las compañías con sede en Liverpool White Star Line y Cunard. Cunard ya había puesto el listón muy alto en términos de velocidad con buques transatlánticos como Mauretania y Lusitania. Estaban estableciendo récords de velocidad para la travesía de Southampton a Nueva York. White Star decidió contraatacar, no en términos de velocidad, sino construyendo buques con los mayores niveles de lujo y más grandes que cualquier nave que surcara los mares. De esta forma, podían contar con más pasajeros por viaje y podían cargar un mayor precio para las grandes suites diseñadas para alojar a familias y personal.
Las innovaciones técnica en términos de diseño de motores, visión y técnica de construcción se traducían en la capacidad de poder dar grandes pasos hacia el futuro dejando atrás las viejas naves de madera y hierro que habían transportado pasajeros hasta el momento. La revolución industrial victoriana conllevó una mayor demanda de modernización. Todo empezó a ser más grande, más rápido, más eficiente y mejor para competir en este nuevo mundo en el que nos encontramos. A principios de la década de 1900, hace ya 12 años, había avidez de innovación y de nuevos inventos.
En un acusado contraste con el barco que estaban construyendo, muchos de los trabajadores del Titanic vivían en hogares que contaban solo con las comodidades básicas. Mientras que el Titanic empleaba electricidad para todo, desde las luces hasta los ascensores, los trabajadores encendían sus propias cocinas con luz de velas y, más tarde, con gas ciudad. El Olympic y el Titanic nacieron de esta visión de progreso e innovación.
La quilla del Olympic se puso justo antes de la Navidad de 1908 y la del Titanic a finales de marzo de 1909. Los barcos gemelos permanecían en paralelo en los astilleros y, conforme iban adquiriendo forma dentro de una carcasa de castilletes, grúas y andamios, se elevaban hacia el cielo, dejando cada vez más pequeños a los hombres que trabajaban para dar vida a los barcos. El Titanic estuvo listo para su botadura a finales de mayo de 1911.
A principios de siglo, existía una feroz competencia entre las navieras transatlánticas por llevarse el lucrativo negocio del transporte de pasajeros. Los dos grandes actores eran las compañías con sede en Liverpool White Star Line y Cunard. Cunard ya había puesto el listón muy alto en términos de velocidad con buques transatlánticos como Mauretania y Lusitania. Estaban estableciendo récords de velocidad para la travesía de Southampton a Nueva York. White Star decidió contraatacar, no en términos de velocidad, sino construyendo buques con los mayores niveles de lujo y más grandes que cualquier nave que surcara los mares. De esta forma, podían contar con más pasajeros por viaje y podían cargar un mayor precio para las grandes suites diseñadas para alojar a familias y personal.
Las innovaciones técnica en términos de diseño de motores, visión y técnica de construcción se traducían en la capacidad de poder dar grandes pasos hacia el futuro dejando atrás las viejas naves de madera y hierro que habían transportado pasajeros hasta el momento. La revolución industrial victoriana conllevó una mayor demanda de modernización. Todo empezó a ser más grande, más rápido, más eficiente y mejor para competir en este nuevo mundo en el que nos encontramos. A principios de la década de 1900, hace ya 12 años, había avidez de innovación y de nuevos inventos.
En un acusado contraste con el barco que estaban construyendo, muchos de los trabajadores del Titanic vivían en hogares que contaban solo con las comodidades básicas. Mientras que el Titanic empleaba electricidad para todo, desde las luces hasta los ascensores, los trabajadores encendían sus propias cocinas con luz de velas y, más tarde, con gas ciudad. El Olympic y el Titanic nacieron de esta visión de progreso e innovación.
La quilla del Olympic se puso justo antes de la Navidad de 1908 y la del Titanic a finales de marzo de 1909. Los barcos gemelos permanecían en paralelo en los astilleros y, conforme iban adquiriendo forma dentro de una carcasa de castilletes, grúas y andamios, se elevaban hacia el cielo, dejando cada vez más pequeños a los hombres que trabajaban para dar vida a los barcos. El Titanic estuvo listo para su botadura a finales de mayo de 1911.
Thomas Andrews, el diseñador
A sus 39 años, Thomas Andrews había alcanzado cotas de fama en un tiempo récord. Tras asumir el mando del proyecto del Olympic cuando Alexander Carlisle abandonó la compañía, el Titanic fue el primer barco del que fue responsable de principio a fin. Como era sobrino del presidente del astillero, Lord Pirrie, era considerado el sucesor natural para tomar el control de la compañía tras la jubilación de su tío.
Estaba llegando a lo más alto de su carrera cuando se cerró el acuerdo para la construcción del transatlántico de la clase Olympic. Andrews había trabajado en los llamados "cuatro grandes", los barcos que precedieron al Olympic. El Celtic, el Cedric, el Baltic y el Adriatic se consideraban ensayos de lo que Harland and Wolff estaban a punto de construir. Andrews se hizo cargo de los proyectos después de que Carlisle renunciase a su puesto de diseñador jefe, según las crónicas, por una pelea con Lord Pirrie sobre el número de botes salvavidas que debería tener el Olympic.
Thomas Andrews llevó a su esposa a ver el Titanic cuando estaba a punto de completarse su construcción en las aguas del muelle. Al ver a algunos de sus trabajadores, se comenta que le dijo: "Ahí están mis amigos, Nellie". Todos los testimonios sobre Andrews como gerente y director lo retratan como un hombre justo y preocupado por sus operarios.
Estaba llegando a lo más alto de su carrera cuando se cerró el acuerdo para la construcción del transatlántico de la clase Olympic. Andrews había trabajado en los llamados "cuatro grandes", los barcos que precedieron al Olympic. El Celtic, el Cedric, el Baltic y el Adriatic se consideraban ensayos de lo que Harland and Wolff estaban a punto de construir. Andrews se hizo cargo de los proyectos después de que Carlisle renunciase a su puesto de diseñador jefe, según las crónicas, por una pelea con Lord Pirrie sobre el número de botes salvavidas que debería tener el Olympic.
Thomas Andrews llevó a su esposa a ver el Titanic cuando estaba a punto de completarse su construcción en las aguas del muelle. Al ver a algunos de sus trabajadores, se comenta que le dijo: "Ahí están mis amigos, Nellie". Todos los testimonios sobre Andrews como gerente y director lo retratan como un hombre justo y preocupado por sus operarios.